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Català

lunes, 31 de octubre de 2011

1. Introducción

 

  Durante los tres años de la guerra civil española (1936-1939) y los primeros de posguerra, las obligadas separaciones entre combatientes o prisioneros y sus familias, provocaron un enorme volumen de correspondencia. El correo era su único medio de comunicación. Los textos de esa correspondencia tienen interés porque nos aportan información sobre la realidad social y las vivencias de los españoles en ese periodo. Se han publicado varios libros que contienen transcripciones de cartas de soldados o prisioneros (ejemplos: Madrina de guerra: Cartas desde el frente  de C.Ortiz  Ya sabes mi paradero: La guerra civil a través de las cartas de los que la vivieron  de J.Cervera). Pero las transcripciones de los textos solo nos muestran una parte de la realidad ya que se pierde el aspecto visual.  La grafía, la ortografía, el tipo de soporte empleado, el color de la tinta, las marcas de la censura, los sellos, etc, constituyen con frecuencia elementos importantes, de información y emocionales, de la comunicación postal en tiempos de guerra.

  La vida cotidiana durante esos años, estaba inundada de eslóganes, consignas y mensajes visuales. Las calles se llenaron de carteles, pasquines o pintadas, y en la correspondencia se utilizaban tarjetas postales con motivos políticos o militares, pegatinas, sellos benéficos o de propaganda política, se escribían o estampillaban eslóganes, se adornaban sobres con ilustraciones manuales, etc. Este tipo de material está cargado de huellas que nos acercan a la realidad de ese trágico periodo de nuestro reciente pasado. En este blog se muestran más de doscientas imágenes de esas huellas postales y de algunos textos habituales en la correspondencia de aquellos momentos. Con todo ello podremos acercarnos a la soledad del soldado en el frente, al culto al “jefe”, a la combinación de la religión con el fascismo, a la censura y cómo se evitaba, al orgullo de los vencedores, a la humillación de los vencidos, a las penurias de todo tipo, a la dramática despedida ante el inmediato fusilamiento.



Capítulo siguiente (ver el índice): Escribir y recibir cartas: necesidad básica.



domingo, 30 de octubre de 2011

2. Escribir y recibir cartas: necesidad básica

  Los textos que se escribían desde el frente, el hospital o la prisión, hablaban casi siempre de lo mismo: la salud, la necesidad de recibir cartas con más frecuencia, el frío, la petición de paquetes con comida, ropa, tabaco, jabón,…  y expresaban la esperanza en que todo acabaría muy pronto y se podría volver a ser feliz. No se podía hablar de mucho más, la censura militar velaba para que así fuera. Pero a pesar de lo previsible de su contenido, el momento más esperado del día era el de la llegada del correo. El recibir y escribir cartas o tarjetas, era una forma de mantener la ilusión y combatir la soledad y el miedo. Esto ayudaba a evitar la depresión o la desesperación. Por ello, en ambos bandos, se intentaba que el sistema de correo entre los soldados y sus familias funcionara lo mejor posible, a pesar de las dificultades que las circunstancias imponían.




 
Al estallar la guerra muchos jóvenes se enrolan voluntarios. Al poco tiempo de estar en el frente de Aragón, el miliciano
quizás ya siente la soledad, el desamparo, la presencia de la muerte.. y escribe a su madre.  


Frente de Aragón. Agosto de 1936. Foto de J. M. Pérez Molinos


Han transcurrido más de 70 años desde la durísima batalla del Ebro y
aún se encuentran cadáveres semienterrados como el de este soldado,
cargado de munición y con un tintero.   Foto: La trinxera, Corbera d’Ebre



  
 Para el combatiente era fundamental dar a conocer que estaba vivo y constatar que los suyos también lo estaban. La escritura y recepción de cartas era una actividad tan importante, necesaria y cotidiana que incluso era motivo de ilustraciones en carteles y tarjetas postales, como podemos ver en las siguientes imágenes
Izq:    Cartel (en catalán) animando a escribir a los amigos de todo el mundo para defender la “revolución”. También se editó como tarjeta,
            pero substituyendo "revolución" por "república".
Der:  Tarjeta postal facilitada a los combatientes de una Brigada Mixta del Ejercito Popular. El mensaje básico ya estaba escrito.



Izq:   Esta postal muestra un combatiente falangista escribiendo una carta, ante la fotografía de un niño
Der:   En la ilustración de esta postal republicana, se dice: "MADRE: Tu hijo lucha por una causa humana y digna. ¡Enorgullécete de él!"

  En España la tasa de analfabetismo absoluto superaba el 50%, por ello no sorprende encontrar muchas caligrafías y ortografías deficientes. Hubieran podido ser muchas más, pero era habitual el recurrir a un compañero más letrado para escribir y leer las cartas. Fueron muchos los que aprendieron a leer y a escribir en el frente, para poder comunicarse con sus familias. En este sentido fue fundamental la labor de los grupos de alfabetización creados para ello, como por ejemplo las Milicias de la Cultura en el bando republicano.



Foto: M. Michaelis






  Desde el frente, cuando las circunstancias bélicas lo permitían, no era raro escribir una tarjeta cada día y una carta o dos al mes. Desde muchas prisiones no se podía enviar más de una tarjeta semanal. El volumen de la correspondencia generada por soldados y presos, sus familias, amistades, novias, etc. fue enorme; varios centenares de millones de cartas o tarjetas en los tres años de guerra. En el frente de Aragón, durante los primeros meses de la guerra, el correo de las milicias catalanas repartía diariamente unas 30.000 tarjetas postales. 

Izq:   “Correo y prensa para el frente” . Quiosco de la “Generalitat” en Barcelona. Foto de autor desconocido
Der:    Una estafeta militar en el frente de Madrid.  Foto de Albero y Segovia

 La falta de comunicación postal entre las dos zonas dejaba aislados a los miembros de muchas familias. Un caso típico es el de las familias que al estallar la guerra (julio) tenían alguno de sus miembros pasando las vacaciones en una población que quedó en el otro bando. Otro caso típico es el de los refugiados, gentes huidas de la otra zona.

 
Izq:   La Cruz Roja organizó un servicio de correo especial para comunicar ambas zonas, vía Ginebra, orientado
en principio a la obtención de noticias de prisioneros, pero que de hecho fue utilizado por muchas personas para
 dar/reclamar señales de vida a/de la otra zona. Se hacía por medio de tarjetas especiales de ida y vuelta, de las
que vemos aquí un ejemplo; una señora pide desde San Sebastián noticias de su hermana en Madrid.
La hermana responde en el dorso.
Der:   Incluso dentro de la misma zona, el contacto postal entre personas podía ser difícil, como vemos en este
sobre dirigido por un combatiente falangista a un huido de la zona republicana, del que suponía podría estar en
San Sebastián.





El remitente se dirige al Señor Alcalde de Vergara para comunicarle que está en la cárcel en espera de poder demostrar que se fugó de la “Zona Roja” y que es afecto al Movimiento Nacional, pero para ello necesita localizar a su familia para que declare a su favor



























Capítulo siguiente (ver índice):  Una conexión con la vida 



sábado, 29 de octubre de 2011

3. Una conexión con la vida

  La correspondencia permitía al soldado mantener conexión con la vida. Para la moral de los combatientes era tan importante el recibir y escribir cartas, que las autoridades favorecían la correspondencia con chicas jóvenes que les mantuvieran alta la moral. Eran las “madrinas de guerra”, figura especialmente popular en la zona nacional. La Falange impulsó entre sus militantes la idea de que se trataba de un deber patriótico.

  Las madrinas escribían largas cartas con palabras cariñosas y buen humor, en las que les manifestaban su admiración y les aseguraban que estaba muy cerca la victoria y el día en que podrían encontrarse. Muchos casos acabaron en noviazgo e incluso en boda.



 Aparecían, en revistas y prensa, anuncios de soldados solicitando madrina. Con frecuencia un mismo soldado se carteaba con varias.

. En esta carta el soldado intenta conseguir el carteo con la madrina de un compañero.

  En la zona republicana la figura de la madrina no estaba tan extendida. Un miliciano, sin posibilidad de comunicación con su familia, escribía a las mujeres de las oficinas de la SIA (organización de orientación anarquista para el apoyo a los combatientes, huérfanos, etc.) una carta en la que se lee “En mi vida de hombre libre había llegado a figurarme que un día podría implorar con tan ahínco como lo haría ahora, una caridad de consuelo [….] envidio la suerte de los otros que reciben, y esperan correspondencia con interés indescriptible.”



  Las cartas de los soldados no siempre iban dirigidas a madrinas, familia o amigos. Por ejemplo las bodegas Osborne fueron destinatarias con cierta frecuencia, de peticiones de obsequios.... En 2003 se podía leer en el Magazine de El Mundo, “Los negocios de los Osborne recibieron un gran impulso durante la Guerra Civil Española. Las guerras, según parece, estimulan el consumo de vino, en definitiva, el consumo de vida”.

[…. ] encontrándonos en el frente desde el principio de la cruzada y haciendo tanto tiempo que no saboreamos el deleitoso vino “Moscatel” de su acreditada casa, es por lo que nos dirigimos a usted, confiando en su bondad y alto Patriotismo, lo cual lo viviremos agradecidos mandándonos un poco en que sea para no perder el nombre de la memoria, [..….]

Esta felicitación de Navidad (1938) de un soldado a su padre, parece
estar en esa misma línea….



Hemos festejado la toma de Barcelona y  ¡esto es lo único que nos queda!”


Desde el Madrid asediado duramente por las tropas franquistas (noviembre de 1936) un madrileño escribe 
a un amigo inglés y le dice, lleno de entusiasmo, que “el Fascismo no entrará en Madrid. 
Medio millón de proletarios están dispuestos a morir antes que vivir en un régimen fascista”.




Capítulo siguiente (ver índice):  Las tarjetas patrióticas y el Caudillo




4. Las tarjetas patrióticas y el Caudillo

   Desde el principio de la guerra, se iban editando en la creciente zona nacional, tarjetas postales ilustradas con imágenes y eslóganes. La imagen más habitual era la efigie de Francisco Franco  junto a eslóganes del tipo ¡Viva Franco! o ¡Arriba España! que con el tiempo se convirtieron en los gritos del ritual franquista. Estas tarjetas se conocían como tarjetas postales patrióticas. En el anverso tenían una pequeña ilustración y espacio para escribir las señas del destinatario. El texto iba en el reverso. La iniciativa de su edición partía de los jefes político-militares locales, de las propias papelerías e imprentas o incluso de las jerarquías eclesiásticas. Algunas unidades militares, cárceles u hospitales, editaban sus propias tarjetas postales. Se imprimían en todas las poblaciones importantes de la zona nacional. Tan solo en Zaragoza había 12 empresas que comercializaban este tipo de tarjetas.
Existen muchos modelos de tarjetas patrióticas y en más de doscientos aparece la efigie de Franco.


Se editaron también muchos sobres patrióticos, aunque en menor cuantía ya que se gastaba más papel (que escaseaba)
y se dificultaba el trabajo de la censura.

Fragmento de un catálogo de productos de papelería, de 1938


   El término Caudillo aparece en numerosísimas tarjetas y sobres, incluso en los primeros meses de la guerra. Con frecuencia forma parte de uno de los eslóganes más difundidos en aquellos momentos, “Una Patria: España. Un Caudillo: Franco”, o alguna de sus variantes. A veces se le añadía “Un Estado: Nacional-Sindicalista”. Es similar al lema de los Carlistas “Dios, Patria, Rey” que fue utilizado en la práctica durante toda la guerra en las zonas dominadas por los Requetés, pero en el que se fue substituyendo el término Rey por Franco.


   El remitente enviaba un mensaje escrito: por ejemplo, el recordatorio del amor a la esposa e hijos, la solicitud de un aval o un pedido de 25 litros de lejía, pero al soporte empleado se le añadían otros mensajes (deseados o no por el remitente) colaboradores de la propaganda oficial, en forma de eslóganes y efigies. Los nombres más frecuentes en esos mensajes adicionales eran Franco, El Caudillo y España. Un eslogan muy habitual y apropiado al momento era “Saludo a Franco”, generalmente asociado al grito falangista “¡Arriba España!”.






  En los primeros años de franquismo el culto al Jefe se extendió a su familia. No en vano esta era uno de los pilares ideológicos del franquismo. Se editaron varias postales en las que Franco aparece con su hija Carmencita. En una serie de postales de personajes, titulada “Forjadores de Imperio”, solo aparecen dos personas no militares, el cardenal Gomá y Carmencita Franco. Parecía el inicio de una línea de propaganda, orientada a divulgar la imagen del Padre de la Patria como había hecho con cierto éxito Mussolini.


   Ernesto Giménez Caballero, cofundador de Falange, escribía:
  "¡Oh, Franco, Caudillo nuestro, padre de España!
  ¡Adelante!
  ¡Atrás, canallas y sabandijas del mundo!"








                          En aquellos momentos Carmencita recibía muchísimas cartas felicitándola
                      por el santo o el cumpleaños,  pidiéndole que aceptara ser presidenta de honor
                       de cofradías y fiestas, etc. Este dorso de sobre pertenece a una de esas cartas.



                                   

                          












   Durante la guerra y en los primeros años de posguerra, se recibían en el Cuartel General del Generalísimo (en Burgos o Salamanca) enormes cantidades de cartas y postales. Buena parte eran felicitaciones genéricas y exaltadas declaraciones de lealtad incondicional. En fechas emblemáticas, se le enviaban a Franco cientos de miles de felicitaciones. Se trataba de una actividad tan organizada que incluso se fabricaban tarjetas postales ad hoc, para que las enviaran los niños de las escuelas, los miembros de Falange, etc. 




   A finales de la guerra, el general Franco recibía muchísimas cartas desde el extranjero en las que se utilizaban todo tipo de fórmulas para dirigirse a él, algunas muy curiosas


Tras finalizar la guerra, había extranjeros que todavía no tenían claro que Franco
había hecho la guerra contra la República. Esto podría deducirse de dos de estas
cartas dirigidas al Generalísimo en las que se le califica de “Presidente de la República”.


Capítulo siguiente (ver índice)Desde la prisión




viernes, 28 de octubre de 2011

5. Desde la prisión

   A medida que avanzaban las tropas nacionales, iba aumentando el número de prisioneros de guerra y de civiles encarcelados por no ser “afectos al Movimiento”. Los prisioneros de guerra eran recluidos en campos de concentración donde permanecían mientras se les clasificaba. Según las imputaciones, eran encarcelados en prisiones o enviados a los llamados “Batallones de Trabajadores” o similares. Solo podían volver a sus casas los que no estando en edad militar, demostraran (generalmente por medio de avales) que eran “Afectos al Glorioso Movimiento Nacional”.  Por los numerosísimos campos de concentración de la España Nacional, llegaron a pasar unas 450.000 personas. En enero de 1940, nueve meses después del final de la guerra, aún quedaban más de 250.000 retenidas en centros penitenciarios, Batallones de Trabajadores o campos de concentración.

   La enorme población reclusa se comunicaba con su familia básicamente por correo postal. En la zona nacional se solían utilizar tarjetas patrióticas que con mucha frecuencia eran las únicas disponibles. Cuando no se disponía de ellas, se escribían los vivas y lemas de rigor (“Viva el Generalísimo Franco”, ”Año de la Victoria”, etc.) para mostrar afección al nuevo régimen o por obligación, aunque a veces eran añadidos por los censores.

Remitentes en las cárceles de Bilbao, Tarragona, Astorga y en Batallones de Trabajadores.

   Los penados con más habilidades artísticas, solían enviar algun dibujo a sus familias. Los tres que siguen, muestran la importancia de la correspondencia en esas circunstancias extremas. Como dice Verónica Sierra Blas en “Cartas de soldados desde el frente” (Cultura Escrita y Sociedad, nº 4) “La carta constituye la práctica por excelencia para dejar constancia y superar esos momentos difíciles, para mantener el hilo de unión con los demás y salvaguardar la identidad propia”
El dibujo de la golondrina está enviado desde la cárcel de "El Coto" (Gijón). Los de abajo, desde el campo disciplinario
de Belchite. Todos son de 1940.

Tarjeta bordada, enviada en 1942 por una madre a su hija desde la cárcel de mujeres de Durango

Siendo prisionero en la cárcel de Porlier, el dibujante José Manaut realizó
centenares de apuntes. En muchos de ellos aparece la lectura/escritura
de correspondencia. Este es de 1943.



   Los textos, muy limitados por la censura, solían hablar de frío, comida, salud, avales, y las incidencias de la correspondencia. Y se repetían las fórmulas aprendidas en el adoctrinamiento impuesto por el vencedor, como por ejemplo el “amanecer de España” o “construir la nueva España”.. Un tema fundamental era la necesidad de conseguir avales que les permitieran obtener la libertad o evitar el fusilamiento.


Familias de presos se instalaban alrededor de los centros de reclusión, especialmente en algunos Batallones de
Trabajadores, para estar cerca del hijo, padre o hermano. Con frecuencia hacían trabajos de limpieza o cocina para
los reclusos y así podían comer. En esta tarjeta, el recluso explica que hubo que evacuar a esas familias
por “escasez de víveres”





Los recién llegados al Campo de Concentración necesitaban comunicar con la familia, pero no solían tener
dinero para comprar tarjetas, sellos, etc. En este caso (Vitoria) una Caja de Ahorros les obsequia con tarjetas
(patrióticas, por supuesto) y en el dorso de las mismas hace gala de ello. Una de las primeras peticiones que
hace el interno a la familia, es que busquen  a "alguien que pueda hacerme un aval de mi actuación de antes
y después del 19 de julio".
 

   
Los presos solían recibir paquetes de sus familias con lo que más escaseaba en la cárcel. Este preso
aprovechaba sus habilidades artísticas para realizar encargos de las autoridades de la prisión, por los que
recibía algunos “céntimos” y con  ellos podía comprar pan, sellos, etc
  


 

Desde una prisión de Bilbao, el preso escribe a su familia, en abril del 1939, explicando su situación,
parodiando el estilo telegráfico. Transmite un cierto humor amargo mientras se ve obligado a escribir
"Año de la Victoria" y los vítores de rigor.


   A veces los textos de las cartas eran más dramáticos. El que se muestra a continuación (1940), es de un prisionero para quien el fiscal ha pedido la pena de muerte. Va dirigida a su padrino y, tras darle su versión de los hechos que se le imputan, le pide que hable urgentemente con los denunciantes, pero comete la imprudencia de acusar  a los denunciantes, los nuevos “afectos al Caudillo” de su pueblo, de actuar “como los rojos”.




   Esos años, fueron tiempos de denuncias, venganzas, imploraciones de clemencia. A continuación vemos fragmentos de una carta (1940) de un condenado a 12 años, desde un Campo de Trabajo Disciplinario.












En esta tarjeta escrita por un falangista
desde una cárcel republicana, se aprecia
la angustia por no saber la verdad de lo que
le estará ocurriendo a la familia. Pide que
en la contestación firmen todos sus miembros


















  Algunos centros penitenciarios editaban sus propias tarjetas postales para uso de los prisioneros. Aquí vemos dos ejemplos.
En 1940, la Prisión Central de Astorga editó esta postal (a la izquierda) para la celebración de Nuestra Señora de la Merced.
En esa fecha se solía autorizar la visita de los hijos. La tarjeta muestra el programa de actos (misa, rosario, concierto, etc)
entre los que figura una actuación teatral de los presos con el título “Virgen de la Merced, yo soy un cautivo”.

 
En este fragmento de tarjeta desde la cárcel de Burgos, se lee la interesante reflexión de un preso sobre la fiesta
de la Virgen de la Merced en las cárceles.



Las denuncias formaban parte del terror y miseria ambientales En esta carta de 1938, un vecino de un
pequeño pueblo gallego, da el nombre de otro vecino que dijo que “Franco no valia nada ni tampoco tres
 perras chicas que son 15 céntimos” y el de los que lo escucharon sin protestar. Algunos de los denunciados
 se exiliaron a Méjico.







Este sobre está escrito en 1947, ocho años después de acabada la guerra. Pero aun está enviado sin cerrar, censura militar, remitente en prisión, eslogan entusiasta, etc.   Por entonces, aún no se había levantado oficialmente el estado de guerra.





   Durante 1939, unas 650.000 personas abandonaron España por la frontera francesa. En Francia fueron internados, en su mayoría, en campos de refugiados. Buena parte de ellos regresaron a España antes de finalizar 1940, pero muchos emigraron a Latinoamérica y muchos otros se quedaron en Francia. Tras la invasión alemana, las tropas de Hitler hicieron prisioneros, en Francia, alrededor de 40.000 españoles de los que unos 14.000 acabaron en campos de concentración o exterminio.

Campo de internamiento de Bram (Francia). Foto de Antonio Agulló


La primera tarjeta está enviada en 1940 por un refugiado español en Francia, que acababa de
ser hecho prisionero por los alemanes. Al texto, preimpreso y en francés, que le acreditaba como
prisionero de guerra que gozaba de "buena salud”, sólo se le podía añadir el nombre y la firma.
Abajo de esta tarjeta, el anverso y reverso de otra tarjeta enviada en 1944 por el mismo prisionero
desde el campo de Mauthausen a donde fue  trasladado.  En las instrucciones impresas se lee (en
castellano) que está “autorizado escribir una vez cada seis semanas” y sólo “veinticinco palabras”.


Capítulo siguiente: Ya no recibiré más tus besos.
No olvidar que el índice permite acceder directamente a cualquiera de los once capítulos que siguen a este o a los cuatro que le preceden.