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Català

sábado, 29 de octubre de 2011

4. Las tarjetas patrióticas y el Caudillo

   Desde el principio de la guerra, se iban editando en la creciente zona nacional, tarjetas postales ilustradas con imágenes y eslóganes. La imagen más habitual era la efigie de Francisco Franco  junto a eslóganes del tipo ¡Viva Franco! o ¡Arriba España! que con el tiempo se convirtieron en los gritos del ritual franquista. Estas tarjetas se conocían como tarjetas postales patrióticas. En el anverso tenían una pequeña ilustración y espacio para escribir las señas del destinatario. El texto iba en el reverso. La iniciativa de su edición partía de los jefes político-militares locales, de las propias papelerías e imprentas o incluso de las jerarquías eclesiásticas. Algunas unidades militares, cárceles u hospitales, editaban sus propias tarjetas postales. Se imprimían en todas las poblaciones importantes de la zona nacional. Tan solo en Zaragoza había 12 empresas que comercializaban este tipo de tarjetas.
Existen muchos modelos de tarjetas patrióticas y en más de doscientos aparece la efigie de Franco.


Se editaron también muchos sobres patrióticos, aunque en menor cuantía ya que se gastaba más papel (que escaseaba)
y se dificultaba el trabajo de la censura.

Fragmento de un catálogo de productos de papelería, de 1938


   El término Caudillo aparece en numerosísimas tarjetas y sobres, incluso en los primeros meses de la guerra. Con frecuencia forma parte de uno de los eslóganes más difundidos en aquellos momentos, “Una Patria: España. Un Caudillo: Franco”, o alguna de sus variantes. A veces se le añadía “Un Estado: Nacional-Sindicalista”. Es similar al lema de los Carlistas “Dios, Patria, Rey” que fue utilizado en la práctica durante toda la guerra en las zonas dominadas por los Requetés, pero en el que se fue substituyendo el término Rey por Franco.


   El remitente enviaba un mensaje escrito: por ejemplo, el recordatorio del amor a la esposa e hijos, la solicitud de un aval o un pedido de 25 litros de lejía, pero al soporte empleado se le añadían otros mensajes (deseados o no por el remitente) colaboradores de la propaganda oficial, en forma de eslóganes y efigies. Los nombres más frecuentes en esos mensajes adicionales eran Franco, El Caudillo y España. Un eslogan muy habitual y apropiado al momento era “Saludo a Franco”, generalmente asociado al grito falangista “¡Arriba España!”.






  En los primeros años de franquismo el culto al Jefe se extendió a su familia. No en vano esta era uno de los pilares ideológicos del franquismo. Se editaron varias postales en las que Franco aparece con su hija Carmencita. En una serie de postales de personajes, titulada “Forjadores de Imperio”, solo aparecen dos personas no militares, el cardenal Gomá y Carmencita Franco. Parecía el inicio de una línea de propaganda, orientada a divulgar la imagen del Padre de la Patria como había hecho con cierto éxito Mussolini.


   Ernesto Giménez Caballero, cofundador de Falange, escribía:
  "¡Oh, Franco, Caudillo nuestro, padre de España!
  ¡Adelante!
  ¡Atrás, canallas y sabandijas del mundo!"








                          En aquellos momentos Carmencita recibía muchísimas cartas felicitándola
                      por el santo o el cumpleaños,  pidiéndole que aceptara ser presidenta de honor
                       de cofradías y fiestas, etc. Este dorso de sobre pertenece a una de esas cartas.



                                   

                          












   Durante la guerra y en los primeros años de posguerra, se recibían en el Cuartel General del Generalísimo (en Burgos o Salamanca) enormes cantidades de cartas y postales. Buena parte eran felicitaciones genéricas y exaltadas declaraciones de lealtad incondicional. En fechas emblemáticas, se le enviaban a Franco cientos de miles de felicitaciones. Se trataba de una actividad tan organizada que incluso se fabricaban tarjetas postales ad hoc, para que las enviaran los niños de las escuelas, los miembros de Falange, etc. 




   A finales de la guerra, el general Franco recibía muchísimas cartas desde el extranjero en las que se utilizaban todo tipo de fórmulas para dirigirse a él, algunas muy curiosas


Tras finalizar la guerra, había extranjeros que todavía no tenían claro que Franco
había hecho la guerra contra la República. Esto podría deducirse de dos de estas
cartas dirigidas al Generalísimo en las que se le califica de “Presidente de la República”.


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