senyera

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Català

sábado, 29 de octubre de 2011

3. Una conexión con la vida

  La correspondencia permitía al soldado mantener conexión con la vida. Para la moral de los combatientes era tan importante el recibir y escribir cartas, que las autoridades favorecían la correspondencia con chicas jóvenes que les mantuvieran alta la moral. Eran las “madrinas de guerra”, figura especialmente popular en la zona nacional. La Falange impulsó entre sus militantes la idea de que se trataba de un deber patriótico.

  Las madrinas escribían largas cartas con palabras cariñosas y buen humor, en las que les manifestaban su admiración y les aseguraban que estaba muy cerca la victoria y el día en que podrían encontrarse. Muchos casos acabaron en noviazgo e incluso en boda.



 Aparecían, en revistas y prensa, anuncios de soldados solicitando madrina. Con frecuencia un mismo soldado se carteaba con varias.

. En esta carta el soldado intenta conseguir el carteo con la madrina de un compañero.

  En la zona republicana la figura de la madrina no estaba tan extendida. Un miliciano, sin posibilidad de comunicación con su familia, escribía a las mujeres de las oficinas de la SIA (organización de orientación anarquista para el apoyo a los combatientes, huérfanos, etc.) una carta en la que se lee “En mi vida de hombre libre había llegado a figurarme que un día podría implorar con tan ahínco como lo haría ahora, una caridad de consuelo [….] envidio la suerte de los otros que reciben, y esperan correspondencia con interés indescriptible.”



  Las cartas de los soldados no siempre iban dirigidas a madrinas, familia o amigos. Por ejemplo las bodegas Osborne fueron destinatarias con cierta frecuencia, de peticiones de obsequios.... En 2003 se podía leer en el Magazine de El Mundo, “Los negocios de los Osborne recibieron un gran impulso durante la Guerra Civil Española. Las guerras, según parece, estimulan el consumo de vino, en definitiva, el consumo de vida”.

[…. ] encontrándonos en el frente desde el principio de la cruzada y haciendo tanto tiempo que no saboreamos el deleitoso vino “Moscatel” de su acreditada casa, es por lo que nos dirigimos a usted, confiando en su bondad y alto Patriotismo, lo cual lo viviremos agradecidos mandándonos un poco en que sea para no perder el nombre de la memoria, [..….]

Esta felicitación de Navidad (1938) de un soldado a su padre, parece
estar en esa misma línea….



Hemos festejado la toma de Barcelona y  ¡esto es lo único que nos queda!”


Desde el Madrid asediado duramente por las tropas franquistas (noviembre de 1936) un madrileño escribe 
a un amigo inglés y le dice, lleno de entusiasmo, que “el Fascismo no entrará en Madrid. 
Medio millón de proletarios están dispuestos a morir antes que vivir en un régimen fascista”.




Capítulo siguiente (ver índice):  Las tarjetas patrióticas y el Caudillo




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